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martes, 24 de enero de 2012

El derecho a la piratería

La gráfica que acompaña esta reflexión es una muestra del concepto que dio origen a este proyecto, hace ya cuatro años, al mantener viva una práctica cultural que es común a todos los individuos, personas, que gustan de oír música, a saber, el mismo origen que impidió que las autoridades judiciales en Noruega, movidas por la desmesura de ambición de las casas disqueras, pudieran cerrar el sitio The Pirate Bay; es decir: el de intercambio de bienes culturales, que no otra cosa son los discos y CDs que todos tenemos en nuestras casas.

La nunca saciada sed de las casas disqueras pretende un mundo ideal disgno de George Orwell, donde los individuos, la gente común y corriente, carezca de derchos, o estén sdupeditados a los derechos superiores de esas entidades que sólo una monstruosidad jurídica considera personas morales, con derechos que no tienen las personas físicas. En ese mundo ideal y abusivo, quien compra un disco nunca puede considerarse el dueño del bien comprado, como sí ocurre con una casa, una televisión o un automóvil. Ni pidiendo una factura a la tienda uno podría alegar que se es dueño de ese disco. No sólo eso, en ese mundo pesadillezco que se avecina, uno no tendría derecho siquiera a prestar el disco, sea a un familiar y a cualquier persona, como ocurre con un automóvil, sobre el cual basta tener una licencia de manejo para hacer uso de cualquier vehículo en el mundo, sin importar si el que lo maneja lo compró o tiene una relación cercana o lejana con el verdadero dueño.

Las autoridades estadounidenses que aprobaron el cierre de la página Megupload, y generaron el cierre temporal de Filesonic y Filserve, competidores de aquella, y que otras páginas como Hotfile, y en menor medida Rapidshare, se hayan vuelto inviables porque los propios administradores de dichas páginas laboran como verdaderos soplones al servicio de la autoridad, no consideran que los individuos que intercambian archivos tengan ese derecho, y en cambio sí consideran que el derecho autoral, el Copyright detentado por las casas disqueras y de la industria del DVD, está por encima del derecho elemental de intercambio de bienes culturales, los cuales, de esta manera, han quedado casi nulificados, privatizando y cancelando en los hechos los derechos individuales tangibles en aras de derechos abstractos y fantasmales como los derechos de autor, los cuales no puede violar nadie, porque en la práctica nadie que no sea el compositor, cantante, grupo o cineasta que haya hecho un disco o una película podría argumentar que el titular de la autoría no es él sino un tercero. En esta lógica digna de un régimen totalitario es que se basa la ley SOPA y su hermana totalitaria mexicana, la llamada Ley Döring, impulsada por el retrógrado diputado panista Federico Döring, cuyo apellido teutón lo retrata como el hijo Hitler que es, en la cual el gobierno federal haría el trabajo de proteger a las empresas que sientan que alguna obra de su propiedad está siendo pirateada, sin mediar jucio ni orden judicial alguna, violando todo derecho de privacidad y de derecho de audiencia y de juicio justo.

Así que mientras se debate en los congresos de Estados Unidos y en el de México estas leyes, es nuestro derecho compartir bienes culturales, como lo hemos (al menos yo) hecho durante toda nuestra vida. La tecnología está en nuestro favor, y no es nuestra culpa. ¡Viva la piratería!

2 comentarios:

  1. La piratería, además, genera beneficios para la industria disco y cinematográfica. Yo nunca había comprado tantos DDVs, ni ido al cine, como en mi reciente época de "downloader". Una cosa te lleva a la otra. Por eso ahora dejaré de consumir durante otra temporadita; hasta que esto se arregle.

    Un abrazo

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