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viernes, 9 de marzo de 2012

Rogier van Otterloo [1976 NETH] On the move [mp3 @ 320 kbps ripped from original Vinyl disc]

El finado director de orquesta, arreglista, compositor y pianista neerlandés Rogier van Otterloo (1941-1988) es esa clase de figuras musicales hacia las cuales es casi imposible no sentirse conectado de manera casi inmediata por su actitud cool, despreocupada y generosa a la vez. En nuestro continente su nombre es prácticamente desconocido, pero en su natal Holanda su nombre es sinónimo de toda una época y una forma de hacer música por el gusto de hacerla. Su prematura muerte, a causa de un lamentable accidente automovilístico impidió que su nombre se proyectara hacia toda Europa. Sin embargo, en los países del norte de Europa, aledaños a los Países Bajos, su nombre es bien conocido y recordado por la vieja guardia como un hombre especialmente dotado para el trabajo que realizaba en televisoras como arreglista y compositor de temas tanto de programas televisivos
como del soundtrack de la película de 1973, Turks Fruit.

Yo lo descubrí tardíamente, hará un par de años, y su espléndido sonido setentero me pareció sensacional. Hoy tal vez algunos lo llamarían un precurso del llamado sonido lounge, ese tipo de música característica del afterhours, es decir después de la pachanga, la fiesta, el reventón, como para coronar la salida con una musiquita relajante que no pierda el toque de aventura y cierta no oculta sensualidad. Pues bien, eso es lo que se escucha en este espléndido disco de 1976, en donde todas las piezas fueron compuestas y arregladas por el propio Van Otterloo, acompañado de la orquesta Metropol, una de las más célebres orquestas holandesas, y un selecto pero pequeño grupo de músicos holandeses con experiencia en el jazz y la música de estudio, comandados por Hank Elkerbout en el piano y los teclados, y Martin Kershaw en la guitarra.

El disco es absolutamente fascinante, exquisitamente bien interpretado, y uno puede sentir incluso el gusto de los propios músicos al tocar esta música cálida y sin complicaciones, invitadora a abrir un digestivo al final de un largo día, que es exactamente lo que estoy haciendo mientras escribo esta nota, y los invito a que hagan lo mismo. Yo con un moscatel, y ustedes, con lo que gusten. Brindemos por nuestro buen amigo, Rogier van Otterloo, y por ustedes, que hoy nos acompañan y reviven su espléndida música. ¡Salud, Rogier, dondequiera te encuentres!

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